no te aburras que hace mal

  Dos señores una vez se sentaron un domingo a eso de las cuatro de la tarde, cuando en verano sigue pegando el sol, en el escalón que da a la vereda y decidieron hacer un experimento. Un experimento que les pareció la mejor manera de matar el tiempo esos días cuando la gente está más al pedo, deja de correr para todos lados y se empieza a aburrir: se sentaron con un mate y cada vez que pasaba alguien por casualidad empezaban a contar una historia. No cualquier historia. Historias de esas que te dan ganas de quedarte a escuchar. Porque ellos contaban con una gran  habilidad: eran de esos señores que te dan ganas de quedarte a escuchar.
  Estuvieron con su experimento hasta que fue muy de noche, hasta que la vejiga ya no les daba más. Fue a eso de las doce que pasaron dos personas, dos pibes de dieciocho. Casi sin esperanza, uno de los señores empezó a decir: "hace un tiempo se me ocurrió la cura para que la gente deje de estar siempre tan aburrida..."
Uno de los pibes se paró y le preguntó "¿cuál es la cura, señor?"
 Y en el último sorbo de mate el señor lo miró y le regaló una sonrisa, después se paró y lo volvió a mirar. Recién ahí fue que le dijo: "aprender a escuchar"

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